Monday, November 10, 2008

Y un día, él le hizo la pregunta:


-¿Por qué no dices nada?
-Cuando no digo nada, es muy buena señal: significa que me siento intimidada. Cuando me siento intimidada, es muy buena señal: significa que me siento turbada. Cuando me siento turbada, es muy buena señal: significa que me estoy enamorando. Y cuando me enamoro, es muy mala señal.

Ella lo quiso porque estaba casado. Se enamoró de él porque no estaba disponible. Porque no podía conseguirlo, porque era algo prohibido, secreto y malvado. Lo quiso como a todos los hombres que una no tiene derecho a ligarse: su padre, su primo, los novios de su hermana, y su primer amor, imposible, de dirección única. El amor es como el dominó: la primera caída arrastra todas las demás. Lo deseó como a todos los chicos guapos de su infancia. Hasta que le dijo "Cuando me enamoro, es muy mala señal" y él no se sorprendió. Lo citó en su casa, para salir a un bar. Luego, todo fue demasiado bonito para ser verdad. Bastó con que él acudiera a la cita.

Es una lástima enamorarse tan fácilmente. Los que están liados llevan una explosión de sensualidad dibujada en el rostro. El placer es la espada de Damocles del matrimonio. Ella lo llevó hasta su casa nuevamente, para hacer el amor en el suelo de su estancia, tirados y semidesnudos entre el sofá y la mesita. El orgasmo más largo de su vida.

Ella estaba tan enamorada de él, que su cuerpo se rebelaba cuando no estaba a su lado. Le salían granos, alergias, sarpullidos en el cuello, sufría dolores estomacales, insomnios continuados (y esos aún). Cuando el cerebro cree controlarlo todo, el corazón se rebela, los pulmones se quedan sin aire. Toda persona que niega su amor, se convierte en un adefesio y cae enfermo. Estar sin él la afeaba. Y eso sigue siendo válido hoy: la droga no es lo único que se echa de menos.



* Frédéric Beigbeder, 13'99 euros.