Saturday, June 20, 2009

Fidelidad.

¿Qué es la fidelidad?

El diccionario Merriam Webster, el que tengo más a la mano, pue... lo define así:

Fidelity - fi·del·i·ty
Pronunciation: \fə-ˈde-lə-tē, fī-\
Function: noun
Inflected Form(s): plural fi·del·i·ties
Etymology: Middle English fidelite, from Middle French & Latin; Middle French fidelité, from Latin fidelitat-, fidelitas, from fidelis faithful, from fides faith, from fidere to trust — more at bide.
Date: 15th century
1 a: the quality or state of being faithful b: accuracy in details: exactness 2: the degree to which an electronic device (as a record player, radio, or television) accurately reproduces its effect (as sound or picture).

¿Queda claro? Oh chingaos, bueno:

La cualidad o estado de ser fiel. Precisión en los detalles. Exactitud. De acuerdo a sus sinónimos, también significa ser de firme adherencia a las promesas y en la observación del deber.

Esto es, que cuando uno dice algo, lo cumple. ¿Y cómo aplica, oh Bruja, la fidelidad a tu blog erotipornocho?

Bueno, pues como pocos saben, los tres lectores de mi blog de cabecera Psychoinfiernático, esta Bruja está técnicamente comprometida con un muchachuelo... ok, ok... un señor llamado Negrou. Ok, ok, no se llama Negro, pero sí está bien morenote y su nombre lo guardo para el anonimato.

Estar comprometida cambia muchas cosas. De hecho, Negrou y yo teníamos una especie de relación a distancia desde hace ya bastante tiempo, tiempo en el cual El Editor, El Artista y yo compartimos camas. Nunca al mismo tiempo, por desgracia. Ni entre ellos, por fortuna. Más bien yo compartí cama con Editor y luego con Artista.Pero como no había ningún "trato" o promesas entre Negrou y yo, mi relación carnal con Editor y con Artista nunca despertó sentimientos de culpa en mí. Es más, incluso creí estar enamorada de ellos en algún momento. Ni siquiera pensaba dos veces el irme a meter a la cama de Editor. Es más, ni siquiera evitó que pensara en meterme en la cama de El Escritor/Pintor.

Pero después de mi viaje a Alaska y de la promesa cantada de vivir el resto de nuestras tristes vidas juntos, digamos que casi casi le soy fiel a Negrou.

Y digo casi casi porque la carne a veces es débil, pero ¿saben quién es peor? La cabeza.

Cuando conocí al Escritor/Pintor, por ahí de enero de este año, quedé completa y definitivamente encantada. En ese momento me pareció grandote, varonil, del tipo que me gusta para que me azoten contra la pared y me den una cogida de miedo. En contraste con su apariencia, que si bien se veía rudo es bastante pulcro, Escritor/Pintor fue todo un caballero. No sólo por amable, también por ameno, divertido, inteligente, cautivador. Lo dicho: quedé encantada.



Encima de todo, vive a no más de 10 minutos de mi casa en México (a huevo, ya tengo casas all around the world, en adelante debo especificar a cuál me refiero).

La noche que salimos, ambos teníamos compromisos al día siguiente, por lo que terminamos la velada temprano. Lo llevé a su casa, me estacioné afuera e intentamos despedirnos brevemente, pero fue de esos ratos en que no quieres que se baje y él tampoco se quiere bajar, pero la fuerza del deber termina por empujarlo a hacer lo correcto.

La neta, hubiera preferido que hiciera lo incorrecto y que, como más tarde me confesó, me invitara a subir y pasar la noche con él. Hubiera aceptado sin pensarlo. Esa confesión vino dos meses después, cuando yo ya iba de regreso a México, después de Alaska/Orlando Tour 2009. Mi respuesta fue "no me hubiera negado", lo que encendió de nuevo una llamita inocente de coqueteo e invitaciones futuras.

La invitación se cuajó un día, cuando a raíz de un "¡qué milagro!", le dije que ni que fuera virgen. La controversia sobre mi virginidad y capacidad de hacer milagros derivó a un sacrificio humano ceremonial, siendo él la ofrenda y yo la sacerdotisa en taparrabos, máscara de guerrero jaguar y daga de jade.

-¿Cuándo, dónde? -fue la pregunta concisa de mi parte.
-Esta noche, en mi casa -recibí como respuesta igual de concisa.

El tiempo voló mientras yo dilucidaba si depilarme o sólo rasurarme el púbis. Time is money, el tiempo es un maní, me dije. Así que sólo me rasuré. Rimmel, labial, perfume, vámonos. Días antes comentaba con BK y Luna sobre la obsesión tan fuerte que tenía con Escritor/Pintor, pero ellas me convencían de que no sucumbiera a la tentación y respetara la memoria de mi viejo. Pero ese día, de verdad que la tentación era lo de menos. Se había vuelto un antojo imposible de evitar.

Pero las cosas pasan por algo.

Llegué a su vecindario y le mandé un mensaje: "¿está lista la ofrenda?". No recibí respuesta. Esperé 20 minutos y envié otro mensaje: "¿sí o me voy?". Esperé otros 15 minutos, estacionada afuera de su casa. De repente, recibí una llamada:

-Perdón, guapa. Estaba al teléfono. Acabo de colgar y leí tus mensajes. ¿Dónde estás?
-Afuera.
-Dame 10 minutos, ahora salgo.

Sus 10 minutos se convirtieron en 20. Cuando salió yo ya iba en el séptimo juego de Sudoku en mi celular, con más ganas de irme que de quedarme. Eran 9:50, algo de las ganas ya se me habían disipado. Si bien se me hizo chirris al verlo, no fue tan intenso como la ocasión anterior.

Beso, abrazo a medias, sonrisas. Subimos los cuatro pisos a su departamento. Al entrar me ofreció una bebida y acepté una cerveza. Sol, para acabarla de chingar, en lata. Asco. Pero bueno. Nos sentamos en el mismo sillón y comenzamos un ritual del que ya me había deshabituado con Editor, las preguntas de cortesía: cómo estás, cómo te ha ido, qué tal tu viaje, cómo está tu hijo, cómo va la búsqueda de trabajo, etc.

Yo lo seguía viendo rudo, brutalmente varonil, un poco más maduro de lo que recordaba, en un mood más paternal, lo que se explicaba porque justo 10 minutos antes su hijo seguía con él. Él confesó haber estado a punto de cancelar el encuentro porque su hijo estaba ahí, pero de repente llegó la mamá, a media llamada telefónica y se lo llevó. Luego leyó mis mensajes y decidió seguir con el plan.

Nos dieron las 11 platicando. Yo desde las 10 me había quitado la chamarra y me inclinaba coqueta pero con mesura hacia él. Ponía mi mano sobre su rodilla de vez en cuando, tampoco me le quería ir encima, aunque ganas no me faltaban. Ya había yo dado el paso de ir a su departamento, no me iba a meter a su cama como Juanita Pérez, ¡esperaba invitación!

Pero de pronto, un mensaje en su celular me robó su atención. A partir de ahí, se puso a textear con no sé quién que resultaba más importante que mi presencia. Yo seguía balbuceando cosas completamente absurdas y él medio ponía atención. ¿A quién engaño? Dejó de ponerme atención en el momento en que fijó la mirada en la pantalla del teléfono.

Me levanté al baño y descubrí que algo de dirección de su parte me hubiera ayudado a encontrar el interruptor de la luz más rápido, pero al parecer lo había perdido por completo. Al salir, me dijo que efectivamente había sido de lo más descortés al no haberme indicado el paradero del interruptor. Es bueno ser tan lista y tentona. Lo encontré justo antes de orinarme en los pantalones.

"Para lo que me importa", pensé "yo me largo de aquí". Total, estuve una hora esperando que se abriera la camisa, mostrara su pecho desnudo, el cual imaginaba con un tatuaje marinero y cierto pelo, duro y amplio... el pecho, no el pelo. Un pecho listo para recibir mi daga simbólica en la forma de mi lengua recorriéndolo ávidamente. Esperé a que se deshiciera de sus pantalones y de paso de los míos, para descubrir por sí mismo que no era virgen. Porque bien dicen, ¿no? Hasta no ver, no creer, especialmente con eso de los santos y los milagros.

Pero no, nada de eso pasó, por eso decidí irme. En ese momento SÍ pensé en Negrou y sus 19 centímetros de moronga, en su pecho lampiño y lustrosa espalda, en sus nalgas firmes y su abdómen magro.

Mientras refunfuñaba en el baño cosas que la mamá del Escritor/Pintor no querría escuchar, llegué a la conclusión de que NO NECESITABA ESA MIERDA. Que en otro lado del mundo me esperaba un viejo con el equipo que muchísimos jóvenes ya quisieran tener. Que el dicho tal de que "once you go black you never go back" es bastante preciso en el caso de Negrou y que su fama les precede y no nomás de okis.

Salí del baño y tomé mi chamarra y mi bolsa.

-Me voy.
-Eh... no te vayas -me dijo sin despegar los ojos del celular-, ¿por qué te vas?
-Porque llevo una hora aquí platicando... y no vine a platicar.
-No oye, pero no es para que te vayas -aún sin despegar los ojos del celular.
-No te preocupes, la verdad es que como quiera que sea ya es tarde para cualquier cosa. Debo irme, mañana tengo mi entrevista de trabajo.
-Cierto... bueno, buenas noches.

Me quedé parada durante medio minuto que me pareció el más largo de mi vida. No estaba esperando a que insistiera o a que en un arrebato de pasión se levantara y me arrastrara al cuarto de las greñas. Esperaba a que abriera su chingada puerta con llave. Al ver que no tenía ningún interés por hacerlo, exclamé:

-Bueno, gracias por la cerveza. Yo misma me mostraré el camino a la salida.

Esto logró que se levantara y me acompañara hasta el carro. Pretextos corrieron de sus labios como los centilitros de jugo que yo había derramado al fantasear con esa noche, apenas unas horas antes, cuando no imaginaba aún la gran farsa que había resultado ser el objeto de mi deseo obsesivo.

Más que humillada, me sentí profundamente encabronada. No sólo había perdido tiempo, esfuerzo y acumulado ganas. Cuando tus ídolos se caen de su pedestal, el golpe es más fuerte para uno mismo. Y ver caer a Escritor/Pintor del pedestal en el que yo misma lo había puesto, fue muy triste, pero a la vez muy reconfortante. Porque sin traicionar de verdad la confianza de Negrou, me quité la tentación de estar con Escritor/Pintor.

Y en ningún momento me pasó por la cabeza pensar qué había salido mal. Ni siquiera me importaba maquinar ideas sobre si no me veía lo suficientemente sexy, si no había sido demasiado mesurada, NADA por el estilo. Simplemente estaba enojada porque sucumbí a la tentación y la tentación me falló.

Mantuve inmaculada mi promesa de no dejarme tocar por otro hombre, promesa que Negrou me hizo aceptar en el aeropuerto, mientras nos despedíamos, tratando de contener las lágrimas (él, que es bien mariquita nena, yo soy machorra y no lloro... ajá).

Tampoco creo que si todo hubiera salido bien y hubiera fornicado por una noche, o varias, con Escritor/Pintor, me hubiera sentido mal. Ni me hubiera sentido culpable, ni me hubiera arrepentido. Pero me alegro de que nada haya pasado, en las circunstancias que no pasaron. Si bien en ese momento estaba fúrica y encima ganosa, después suspiré con alivio y pensé que faltaban sólo semanas para que Negrou viniera a quitarme las ganas.

Hoy faltan sólo unos cuantos días y no he faltado a mi promesa: no me ha tocado ningún hombre de la manera en que sólo Negrou puede tocarme ya. Y si bien se han aparecido otras tentaciones que merecen post aparte, sigo "impoluta" de cuerpo, mas no de pensamiento. No niego que he jugado sucio con un italianito con webcam, que soy una coqueta irredenta, que aún pienso en Editor y lo deseo a veces y que si me topara con Artista seguramente nos besaríamos.

Pero las circunstancias actuales me mantienen "pura y blanca" para mi mariditowannabe. Y si bien pensé que sería difícil, he de confesarles mis estimados cuatro lectores, que no lo ha sido.

Pero para serles sincera, en parte ha sido fácil porque Negrou también tiene webcam y en mis pensamientos más sucios, él es protagonista. Si bien siento que lo amo, lo que más siento por él siempre ha sido deseo y no ha cambiado en absoluto. Porque el amor serán lo que quieran que sea, pero bien lo dijo el padre de Don Juan Tenorio:

El amor dura lo que dura dura.*



¡Y a Negrou vaya que le dura dura! Pero no es tanto lo duro, amiguitos, ¡SINO LO TUPIDO!

Sunday, January 18, 2009

La vida pasa en un instante.



Sí, me ha pasado. Y se siente bien ojete. Sobre todo cuando es la primera vez con esa persona y no te quieres ver culera y herir sentimientos luego luego. Tonz te haces la que "ay jijijiji, pues no pasa nada, no digo nada". Pero luego es peor, porque te quedas ganosa y tiene una que esperarse a que descanse el rey porque 5 PINCHES minutos lo agotaron completamente. Claro, si bien te va y quiere echarse otro revolcón de, con suerte, 10 minutos.

Sí, me leyeron bien. 5 minutos. No es mentira, ni exagero. Es lo que pasa cuando tienes un reloj a la vista justo cuando empieza y pues lo primero que miras... bueno, no. Lo primero que miras cuando termina, es si la herramienta de verdad no sigue lo suficientemente firme como para matarse una solita. Y después, el reloj.

Bueno, cuando me pasó por primera vez, fue así de "ps a lo mejor los anteriores 3 me tocaron especiales, pero a lo mejor el sexo así es, breve". Era yo una principiante. Ay jijiji, la ingenua.

Después, mucho después descubrí que no era así. Que hay hombres y mujeres que sí le echan ganitas, que se esmeran, que se preparan para las artes amatorias y que sacan a la mujer multiorgásmica que todas llevamos dentro. Oh sí.

Así que a estas alturas, que te toque uno así, hasta hace enojar. De veras. O sea, ya somos adultos, ya sabemos lo que hacemos, ya alcanzamos el timbre ¿Y AÚN SALEN CON ESAS COSAS DE PRINCIPIANTES? No, no no no... jijo, neta que cuando pasa, se siente horrible. Porque ahora sí, lo siento papacito pero yo no me quedo callada ni ganosa. El sexo ya no se trata nomás de rellenar el hoyo con mastique, hay tantísimo en el menú, que me REMPROSTITUYE LAS BOLAS que terminen su vergüenza de cogida y se queden jetones, o se volteen y se hagan pendejos. ¡NO, NO Y NOOOOOO!

Y los peores, se paran y se van. O sea, además de todo, pinches mediocres, con una ya tienen. Prrrrrrrt, escupo en ustedes "amantes" de baja categoría. Lo peor de todo es que en mi caso, nunca me he topado con uno de este tipo que diga "no hay pedo, deja te lo repongo de alguna manera" y se bajen a darte unos besos en la boca sin dientes, o de menos usen sus rasposas manos.

A uno de ellos si le dije "a ver, mijo... esto no puede ser posible. Mira, con tu manita, le sobas suavecito y en círculos aquí y yo te digo cuándo pares". Y tomé su mano, la puse en el lugar indicado y lo dejé ir. Jijo, creo que nunca me había regresado tanto a dar instrucciones.

¿Qué más esperaba, además de las instrucciones y la INVALUABLE enseñanza que le estaba heredando en vida? ¿Que encima fingiera? Porque después de mi pequeño, pequeñísimo orgasmo, me quedé así de "ok, ya terminó". Como cualquier noche regular en la que una se masturba para dormirse. No te quedas así de "ay, qué rico me masturbé, soy una diosa en la cama, me encanto y me fascino". Pues pareciera que este tipo esperaba eso, porque cuando me quedé calladita y quieta, me pregunta: "¿qué, no te gustó?"

WADDAFUCK!!

Afortunadamente, eso pasó el año antepasado. Desde entonces, las cosas han mejorado, no puedo quejarme. Especialmente estos últimos meses. Sin embargo, me preocupa toparme con uno nuevamente. Porque una se acostumbra a lo bueno y de repente tener que enfrentarse a la cruda realidad de que lo bueno no dura para siempre y una se tiene que dar uno que otro tropezón de ese tipo.

Pero el punto que trato de establecer aquí es el siguiente: DEJÉMONOS DE HIPOCRESÍAS, CONFORMIDADES Y MEDIOCRIDADES EN LA CAMA. Yo apreciaría tanto que me dijeran "¿sabes qué? Me gusta cuando estás encima, PERO podrías hacerlo mejor cuando estás abajo, podrías hacer esto y esto". Jamás me indignaría por recibir retroalimentación.

¿Por qué no educarnos cuando estamos en algo tan íntimo como la desnudez y el calor corporal? ¿Por qué cerrarnos al aprendizaje cuando más lo necesitamos?

Este es un llamado, estimadas lectoras del blog (y los dos lectores que pasan de vez en cuando), a que levantemos la voz para eso. No mamar con la corrupción, la seguridad y el Teletón. ¡Hay cosas más importantes, como el sexo!

Monday, November 10, 2008

Y un día, él le hizo la pregunta:


-¿Por qué no dices nada?
-Cuando no digo nada, es muy buena señal: significa que me siento intimidada. Cuando me siento intimidada, es muy buena señal: significa que me siento turbada. Cuando me siento turbada, es muy buena señal: significa que me estoy enamorando. Y cuando me enamoro, es muy mala señal.

Ella lo quiso porque estaba casado. Se enamoró de él porque no estaba disponible. Porque no podía conseguirlo, porque era algo prohibido, secreto y malvado. Lo quiso como a todos los hombres que una no tiene derecho a ligarse: su padre, su primo, los novios de su hermana, y su primer amor, imposible, de dirección única. El amor es como el dominó: la primera caída arrastra todas las demás. Lo deseó como a todos los chicos guapos de su infancia. Hasta que le dijo "Cuando me enamoro, es muy mala señal" y él no se sorprendió. Lo citó en su casa, para salir a un bar. Luego, todo fue demasiado bonito para ser verdad. Bastó con que él acudiera a la cita.

Es una lástima enamorarse tan fácilmente. Los que están liados llevan una explosión de sensualidad dibujada en el rostro. El placer es la espada de Damocles del matrimonio. Ella lo llevó hasta su casa nuevamente, para hacer el amor en el suelo de su estancia, tirados y semidesnudos entre el sofá y la mesita. El orgasmo más largo de su vida.

Ella estaba tan enamorada de él, que su cuerpo se rebelaba cuando no estaba a su lado. Le salían granos, alergias, sarpullidos en el cuello, sufría dolores estomacales, insomnios continuados (y esos aún). Cuando el cerebro cree controlarlo todo, el corazón se rebela, los pulmones se quedan sin aire. Toda persona que niega su amor, se convierte en un adefesio y cae enfermo. Estar sin él la afeaba. Y eso sigue siendo válido hoy: la droga no es lo único que se echa de menos.



* Frédéric Beigbeder, 13'99 euros.

Tuesday, October 21, 2008

Cena para dos.


  • Raviolini de carne y queso, con gravy y salsa de tomate con romero.
  • Hongo relleno de vegetales a las hierbas y aceite de tocino.
  • Filete con costra de nueves, con reducción de mostaza, puré cremoso de papa.
  • Vegetales al vapor salteados con mantequilla al chile y la pimienta.
  • Fresas maceradas en vodka, con tapioca en crema inglesa.


-¿Vienes a cenar?
-¿Qué vas a preparar?
-El menú es importante, pero no tanto como la manera en que vamos a quemar tantas calorías.
-¿Quieres que lleve algo?
-Trae condones. Esta noche no puedo comerme tu carne con todo y sus jugos.

Así arrancó una velada inolvidable que terminaría en nosotros dos, nuevamente empiernados, sudorosos y desnudos.
Cuando llegaste, yo apenas terminaba de dejar todo listo. Parecería que preparar la cena para dos es fácil, pero de hecho resulta complicado. Cocinar diminutas porciones es laborioso y od termina hecho un desorden, pero de esto tú no te diste cuenta. Cuando llegaste, no me encontraste sucia, con las manos grasosas o harina en el cabello. Todo lo contrario: tuve tiempo de arreglarme, para que me encontraras sexy, limpia, radiante y seductora. La casa además olia deliciosa, con toda la comida recién preparada, así que no quise echarlo a perder usando perfume.

-¿Quieres beber algo? Lo que sea.
-Quiero beberte.
-No me paré tres horas en la cocina para que apresures las cosas. ¿Tequila, whiskey, café, ginger ale?
-¿El tequila es Chamucos?
-Por supuesto, cariño.
- Derecho, en uno de tus vasitos rojos.
-¿Ya les tomaste cariño?
-Me gustaría acostumbrarme a ellos, aunque aún son novedad.

Te serví el tequila, inclinándome frente a ti para que tuvieras visión de primera fila de mi escote.

-¿Segura que no podemos saltarnos la cena?
-Te va a gustar, no seas impaciente.

Mientras caminaba junto a ti, colocaste tu mano de manera que al pasar, rozó suavemente mi pubis. Ese simple contacto hizo que yo quisiera brincarme la cena, pero de verdad todo había quejado justo como yo lo esperaba.

Procuré vestirme de manera muy casual. No era necesario ponerme algo que sabía terminaría arrugado en el suelo en un par de horas, así que después de cocinar sólo me puse ropa limpia. Pero bajo los jeans me había puesto el nuevo par de medias que sabía notarías al desnudarme. Tú mismo lo has dicho: eres un hombre de piernas.

-¿Cuánto tiempo tomará la cena?
-El necesrio. El único propósito de la comida es abrirte el apetito para después. No pretendo que lo pierdas.
-Ya me estoy muriendo de hambre de ti, ¿qué más quieres?
-Más. De verdad te va a gustar, procura disfrutarlo.

Las entradas representaban esa primer etapa, el preludio a la unión de nuestros cuerpos. Puse frente a ti un tazón humeante, como si estuviera lleno de besos ansiosos, como lo son aquellos primeros besos cuando el deseo te burbujea repentinamente. Comiste cada bocado pausadamente, disfrutándolo uno a uno, como queriendo frenar el ansia. Yo te observaba con una media sonrisa en los labios. Lo mejor de todo es que no hablabas. No perdías el tiempo en comentarios u observaciones, justo como cuando más excitado estás en la cama y te concentras sólo en sentir.

-Reconozco que sí: efectivamente me está gustando.
-Esntonces vamos por buen camino. Sigamos.

Volví de la cocina con los hongos rellenos. Te desconcertó no hallar un tenedor sobre la mesa. La falta de cubiertos era parte del juego, para que usaras las manos. Lo hice yo primero y entonces tú tomaste el redondo hongo y lo mordiste lentamente.

Los jugos corrieron inmediatamente por tu barbilla. Con un ligero rubor, murmuraste una disculpa y te limpiaste. Yo sonreí al evocar lo que este plato representaba: ese primer hervor, la primer oleada de humedad caliente que explota en mi entrepierna cada que me muerdes un seno. A propósito había guardado especial cuidado en el color, tamaño y textura de los hongos que seleccioné.

Para tu segunda mordida, ya estabas cerrando los ojos. Absorbías el jugo que manaba del centro del hono y pasabas discretamente la lengua para capturar alguna gota furtiva. Cinco mordiscos bastaron para que dieras cuenta del hongo.

-Extraño platillo. Tenía la textura casi perfecta de tus senos, pero el sabor de tus jugos.
-Vas entendiendo el juego. Me gusta.

Me levanté y destapé la botella de vino. Coloqué dos copas y vertí líquido hasta la mitad de cada una de ellas. Por fin, traje cubiertos y el plato fuere. Pero en esta ocasión, el platillo era para mi placer. Despertar sensaciones personales. Evocar tu carne, representada por el filete casi crudo, caliente y rojizo. Un ligero sabor agrio y picante, pero nada desagradable al paladar, sólo lo más que pude acercarme a emular el sabor del escaso líquido seminal que escapa cada que te como. Claro que nada en la alacena se acerca a ese sabor embriagante, pero tenía que intentarlo.

Sabía que tú también disfrutarías el platillo, paro parecías más concentrado en verme comerlo. También habías entendido esta parte de la cena.

-¿Lo disfrutaste?
-¿La carne o lo que me recordó?
-¿Cuál disfrutaste más?
-La carne, imaginándola como la tuya.
-Pero sin cuchillo, por favor. Tienes un poco de puré en la comisura de la boca.
-¿No me pasa siempre? Que desordenada soy para comer.

Toda la noche había estado evitando besarte, específicamente por este momento: el postre. Una sola fruta roja y brillante, empapada en licor, como una lengua rubicunda y fresca. Acerqué mi silla, para alimentarte yo misma con la fruta. Al momento de morderla, descubrise que no era sólo una simple fresa y sorbiste ansioso el jugo, como si tan poco licor pudiera embriagarte. Cuando retiraba mi mano, la tomaste para lamer mis dedos, a sabiendas que eso me encanta.

-Me hubieras dado la fresa con el pie. Sé que te fascina que te chupe esos dedos más que estos.
-Buena idea. Para la próxima.

En el plato quedaban cuatro elementos finales. Cuatro diminutas esferas transparentes, perdiéndose en una crema ligera. Aceercaste el plato a tu boca y con la lengua moviste la primer esfera, probándola. De pronto, juntaste los labios y aspiraste, haciendo desaparecer la esfera en tu boca.

-Tiene el tamaño justo de tu clítoris.
-¿Qué te parece el sabor?
-No tan embriagante como el tuyo, pero casi tan dulce.

Hicieste lo mismo con las otras tres esferas y limpiaste el resto de la crema con una larga lamida con la punta de tu lengua.

Verte comer fue francamente una delicia y me alegré de que ya se hubiera terminado la comida. Ahora sólo restaba esperar que tu voraz apetito se manifestara. Cosa que sucedió cuando la última gota de vino salió de la botella.

-No podemos permitir que se avinagre - dijiste seriamente. Yo estaba completamente de acuerdo contigo.
-¿Podemos hacerlo en la cocina?- pediste como un niño que pide un caramelo.
-Donde quieras.
-Es que toda esta comida me evocó tu cuerpo, pero no me importaría revertir los papeles.
-Mientras me saborees con el mismo gusto que mostraste durante la cena, por mí está bien.

Y así fue. Sobre la alacena, entre los olores de la pimienta y el aceite de oliva, con el sonido de vasos, platos y cubiertos cimbrándose dentro del mueble, me comiste y yo te comí. Mordiste mis senos con la voracidad con la que te comiste los hongos, mientras mojabas tus dedosen la primer cascada de placer que me provocaste. Nos besamos con lujo de humedad y mordimos nuestros labios, buscándoles el relleno. Te devoré ansiosa, queriendo saborear tu sabor ligeramente picante. Sorbimos el licor de nuestras respectivas lenguas y tú trazaste un camino con la tuya, desde mi cuello hasta la esfera de tapioca carnosa que succionaste y besaste, cubriéndola con tus labios mientras bebías ávidamente el jugo cremoso que te bañaba el rostro.

Empiernados, sudorosos y desnudos terminamos en el frío piso de la cocina. Pero con el frío otoñal entrando por la ventana, decidimos seguir repitiendo el menú en la habitación, hasta quedar satisfechos.

Esa noche, por primera vez, te quedaste también a desayunar.

Tuesday, October 07, 2008

Satisfacción.

Durante mucho tiempo, dos años por lo menos, lo deseé a él. Escritor bizarro y onírico, él es uno de esos hombres que sin ser guapo, seduce. De voz increíblemente cachonda, sólo le bastaría susurrarle una pregunta cotidiana al oído de una mujer, para que ella caiga rendida.

O por lo menos sólo a mí me bastaría. Porque lo deseaba de una manera muy particular. Admirándolo profundamente lo deseaba.

Cuando él decidió que era hora de conocernos, por supuesto que accedí. Esperando lo mejor, afilé mis mejores armas, me cargué con una botella de tequila Chamucos a manera de ofrenda y me dirigí a la tan anhelada cita. No lo niego, fue agradable, pero no llegó a ningún lado. Plática amena, risas y el placer de conocernos mejor. Fue todo.
Yo realmente podía notar en él su decepción. Yo era más alta y regordeta de lo que él creía. Seguramente eso fue lo que provocó el resultado de esa noche: ambos partiendo solos a nuestras respectivas camas.
Por eso me sorprendió que nos encontráramos nuevamente. "Quiero que nos comamos" era su capricho. Él sabía que aceptaría, sabe lo mucho que me fascina, más allá de un plano corporal, en un plano idealista. Accedí y en pocos días estábamos listos para satisfacer las ganas. La habitación de un hotel barato nos dio el espacio propicio para brindar con tequila y satisfacer su deseo y el mío.
En el preciso momento en que posó su mano en mi cuerpo, un delicioso vértigo se apoderó de mí. Por fin se cumplía mi fantasía, por fin podría su carne contra la mía, sentir su calor, saborear su saliva y tal vez otros fluidos.
Cuando deseas a alguien tanto como yo lo deseaba a él, te imaginas las cosas de una manera, pero como ocurrieron fue algo deliciosamente diferente. Su tacto es tan preciso, increíblemente delicado mientras besaba y lamía mi pubis y rudo y animal al abrazarme y chuparme los senos mientras me penetraba de la misma manera.
Hablando de eso, la mayor sorpresa fue el tamaño de su pene. Siendo un hombre de no más de 1.65 mt. de estatura, creí que sus genitales no serían tan grandes. Antes de verla, la sentí. ¡Vaya que la sentí! Una está habituada a que las cosas entren sin mayor trabajo. Desafortunadamente así ha sido gran parte de mi vida. Nunca había tenido problemas con que algo no entrara.
Cuando por fin pude darle un vistazo, descubrí una de las vergas más hermosas que he visto. No, debo ser franca: he visto una o dos tan lindas, porque los penes son horribles, pero éste, a pesar de no estar circuncidado, era particularmente bella. Tenía la longitud más que perfecta y un grosor envidiable, exquisito.
Ponerla toda en mi boca representó un reto que lamentablemente no gané. No pude comerme más de la mitad y aún así él parecía disfrutarlo.

Y fue así que consumamos un deseo que llevaba largo tiempo macerándose. Eso fue hace casi dos semanas. Hoy tengo un gran problema: habiendo probado su carne y su jugo, me confieso adicta. Lo deseo más, no: lo deseo de otra manera, lo deseo intensamente, lascivamente.

Y en unos pocos días volveré a felarlo como sólo el objeto de mi más oscuro deseo se merece. Toda la noche, hasta que él se canse o se me disloque el maxilar, lo que suceda primero.

Que mejor que desear, que satisfacer los deseos.

Saturday, October 04, 2008

Caricia Urgente...



Tengo un secreto... bueno, varios.

Sunday, July 20, 2008

Caution: fornicating zone.

La ventaja de vivir cerca de Tlalpan o de que sea una ruta frecuente, es que te enteras cuando abren un nuevo hotel/motel. Y déjenme contarles que ¡no hay nada mejor que un hotel nuevecito! De hecho, conozco pocos que ya tengan el año de cumplido, porque por un tiempo me volví cazadora de hoteles. Así conocí el motel del Aranjuez, el que abrieron pasando Eje 6, sobre Plutarco Elías Calles, el Hotel & Villas La Viga, en Santiago...

Y cagadamente, justo anoche conocí el Xanadú, que tiene unos meses de vida, cerca de Metro Villa de Cortés. Tenía ganitas de conocerlo, pero para ser sincera, no había con quién. Y anoche, por el gusto de dormir acompañada y por quitarme las ganas de conocer el hotelín, desembolsé la raquítica cantidad de $280 viejos nuevos pesos. Oh sí, pagué yo. Y no es la primera vez. Ni la última. ¿Qué? Las mujeres también tienen dinero pa'l hotel, que no se los hagan pendejos. Además, aceptan tarjetas, así que no hay pretextos, niñas. Abrir las patas no es todo lo que pueden hacer para que se las cojan. Contribuyan al gasto, marras.

Los pasillos me recordaron algún hotelito agradable y pequeño de Acapulco. Muchas ventanas, lo que me encanta. Obvio, que daban al estacionamiento y al motel, pero aun así, la luz entra y no vuelve al hotel el típico de paso, que de tan encerrado sientes que haces algo mal. La decoración muy agradable, con pinturas fuera del cotidiano bodegón.

La habitación minimalista consiste de la camota con cobertor plateado, y almohadas con la "marca registrada" impresa. Y no, no me refiero a algún detalle escatológico o nasty. Me refiero a que decían Xanadú, al igual que la sábana. Roperito con ganchos, mini consola para las cositas que traigas en las bolsas. Eso sí, su pantalla plana Samsung Bordeau con tres canales de porno (soft porn, porn genérico y hard core), dvd y una regadera transparente, con vista a la habitación.

Cómodo, limpio, sin una patinada de mosca. Y la regadera, regresando al tema, como la del Aranjuez que también es transparente pero con líneas más opacas, permite dar chou mojado... y verlo, si el muchacho está agradable.

Recuerdo que escribí un cuento inspirada precisamente en esa experiencia del chou de regadera. Pero ahora ese cuento fue mandado al draft. El punto es que podría contarles indiscreciones de mis visita a hoteles/moteles, pero ninguna es la típica visita puerca (salvo aquella infame ocasión en que un grupo de amigos nos metimos a la misma habitación, bailamos desnudos en la regadera y luego cada quién fue a follar con su cada cual, menos la que suscribe, pues resultó quedarse siendo el número non...). Todas mis visitas a hoteles han sido memorables, románticas o cachondas ya sea el caso, pero siempre memorables.

Recuerdo esa habitación tan pintoresca del Hotel Estadio, en Guadalajara. Tan tapatía, con maderas pintadas y esas cosas que parece que compraron en Tlaquepaque. Su baño blanquísimo, que hacía contraste con la morena y velluda piel de aquel.

Recuerdo el año nuevo que pasé empiernada, escuchando los fuegos artificiales, en el Hotel Roosevelt. Hasta hace poco aún recordaba el número de habitación, pero ahora parece que fue hace tanto que ya ni me acuerdo qué tanto era más alta que el minivampirito.

Recuerdo Alaska y la visita del ruso... recuerdo cómo me brincó el corazón cuando lo vi por la mirilla de la puerta.

Recuerdo el Aranjuez, el Alpes, Pirámides (ambos), el Portales... los recuerdo todos y cada uno con su particular valor. Y a los hombres que iban conmigo, también... y a la lista, se suma el Xanadú y su habitación sin sillas ni burós, sólo el baño de vitrina, Miss Congeniality II, la primera chupada de los dedos de los pies que me han dado en mi vida, tú y yo... ah sí... y Andrés.